Wednesday, December 14, 2005

Vistas las Calles

Será que aún es catorce de diciembre, o que yo soy un incordio, o lo que sea pero a mí me agobia un poco este ambiente tan fantástico de Navidad que nos inunda forzadamente la vista, el espíritu, el cuerpo y el resto de los sentidos.

¿Me equivoco si afirmo que las luces llevan puestas casi un mes en algunos sitios? Yo no soy muy navideño la verdad. Es una época que me hace sentir melancólico, pero eso son cosas mías. La cuestión es que yo recuerdo cómo me ilusionaba antes por la Navidad, por hacer regalos originales (o no originales pero regalos en definitiva) y sentirme un poquito más parte del mundo. Ahora me veo inmerso en un rol consumista del que no escapo, y además de manera voluntaria. Me explico, a mí me sigue haciendo ilusión regalar cosas, soy así de bobo. Me da la impresión de que la gente va a seguir apreciando el detalle (y tengo seria esperanzas de que sea realmente así). Sin embargo mi lista de regalos está vacía. Cuando me preguntan si quiero algo me encojo de hombros, no puedo hacer otra cosa. Me hacen ilusión las sorpresas, y no los regalos premeditados con alevosía, y mucho menos aquellos que son "esa cosa útil que te hace falta", como un pijama.

Me conformo con un sacapuntas si la persona que me lo regala sonríe como un niño porque le hace ilusión pensar que me va a gustar. Soy un romántico, lo sé, y en este infausto siglo veintiuno así no se va a ninguna parte. Yo albergaba cierta esperanza de que los críos mantuvieran un poco de ese espíritu navideño que se pierde irremisiblemente en el olvido, pero no. Porque violan sus mentes con imágenes de regalos brillantes y pasajeros como los destellos de sus pinturas de colores.

Con lo que más jugué de pequeño fue con un juego de construcción de bloques de madera. Y fui felíz muchos años con ese regalo. El otro día vi a un crío alucinado delante de una especie de velocirraptor mecánico teledirigido que estuvo a punto de atizarle un mordisco por chulo. No estoy seguro de que ese chaval vaya a tener buenos recuerdos de su dinosaurio cuando sea mayor. A mí me sigue encantando entrar en esas tiendas en las que aún se venden juegos de madera, aunque sólo sea a verlos.

Estaría bien que los niños siguieran siendo niños unos años más antes de perder la ilusión que ya les falta a sus mayores, ésos mismos que inundan las calles en su frenesí de visitantes de tiendas a destajo.

1 Comments:

Blogger Svannen said...

No es fácil juzgar lo que a un niño le puede gustar o no, y sobre todo, es un error ver desde tu prisma la infancia de los niños de ahora. En muchas ocasiones hemos tenido discusiones entre amigos de distintas edades, y hemos llegado a la conclusión, de que por una razón o por otra, las épocas cambian, y lo hacen en muy poco tiempo, y lo que a los niños de una generación les encantaba a los de la siguiente les parece una porquería.

Y en cierto modo es lógico, cada uno debe vivir en su tiempo, e igual que no hubiera sido lógico que cuando yo era pequeño me hubieran regalado un muñeco hecho con una patata o una naranja el día de reyes, los niños de hoy en día, quieren lo que quieren, que parece de perogrullo pero no lo es, y no por ello son menos felices ni menos niños.

La magia de la navidad se acaba, no podemos ser niños siempre a ojos del mundo, pero no por ello tiene que morir toda la magia. Pero eso es cosa nuestra, ahí no tienen nada que ver los demás...

7:21 AM

 

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