De vuelta (de todo)
Ahora ya es todo igual que antes. Los que se fueron a Cuba ya no están en Cuba, están aquí, más morenos pero en el fondo igual que siempre, espero, no sé todavía si se habrá quedado alguien allí. Mientras tanto otros seguimos ansiosos perdidos esperando que salga alguna nota (y sea buena de verdad de una vez), sumidos en la barbarie borrascosa de las tierras del norte, donde un día nieva, y otro llueve, y así alternativamente hasta que se te encharca el espíritu de tanta agua que gotea por los cristales, como en las canciones de Perales. Hace frío y la gente se queja, aunque también lo harán cuando haga calor. El tren es una calcamonía que se repite día tras día y se atiborra de gente que no sabe de cuatrimestres ni estaciones. Los colores del otoño, ya se sabe.
Con eso de la vuelta de Cuba al menos veré fotos de sitios soleados mientras sigo a la espera de que aquí se cuele algún rayo entre las nubes metálicas que ya parecen alquiladas.
Sin novedades en el frente, sin emociones y ya casi sin ganas de tenerlas. Los carnavales han pasado como siempre, por la televisión, con imágenes de gaditanos vestidos de Guardias Civiles cantando canciones divertidas e isleños y caribeños de todo tipo vestidos con plumas, manguitos y chorreras sonriendo sus penas como si no las tuvieran. Como en mi pueblo somos unos ocho y además estaba nevando nadie se ha disfrazado. Aunque tampoco soy yo muy partidario de semejantes exaltaciones del color y la alegría. Los carnavales son como una Nochevieja de dos días en los que la gente, además de beber demasiado, se disfraza grotescamente para que levantar el vaso sea más complicado y dé más risa. O algo así, no lo sé. Yo me disfracé una vez, con cinco años, y fue suficiente, porque me metieron a la fuerza en una cancha de baloncesto con una piña de críos gritones que se lo estaban pasando bomba y vociferaban espantados cuando salía una señora vestida de bruja (digo yo que iría disfrazada). Después de semejante experiencia se me pasaron las ganas de salir vestido de cosas incómodas tratando de aparentar que me lo paso bien. Si a mí con un café me basta, y en un sitio tranquilo. No necesito calles abarrotadas de vaqueros y supermanes etílicos que me den empujones.
Pues eso, lo dicho, rutina y más rutina. Sigo aquí clavado esperando que alguien que no sea el de siempre responda cosas interesantes. ya sé que soy políticamente correcto así que tranquilamente os podéis abstener de decirlo. Como ya sé que con este blog no voy a ganar un Pulitzer lo utilizo para despacharme a gusto y escribir un rato, que en casa ya no hay tiempo ni para eso. Entre gota de agua y copo de nieve ya se sabe.